Esta súplica individual, en razón de su contenido, es la oración de arrepentimiento por excelencia. El salmista pide a Dios que lo purifique y lo renueve interiormente, para que él, a su vez, pueda dar testimonio de la misericordia divina y trabajar por la conversión de los pecadores (v. 13).
Este es uno de los siete salmos llamados de arrepentimiento:
Salmo 6, 32, 38, 102, 130, 143
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Sal 10:4 El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.