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miércoles, 12 de mayo de 2010

Forma y fondo


¿Eres de esa clase de personas que siempre gritan? ¿Eres de esa clase de personas que siempre están soportando gritos? La verdad es que todos, quien más quien menos, nos hemos salido de nuestras casillas alguna que otra vez. Desgraciadamente, para algunos, el grito y la discusión “taladradora” es el ritual de lo habitual. No se dan cuenta que haciendo esto, ni son felices ellos ni hacen felices a aquellos que los rodean. Hay maneras y maneras de decir las cosas, incluso la verdad.

Pero también se puede gritar sin gritar. Me explico. Existe esa clase de personas que son capaces de hundir y humillar a otros sin exasperarse, vamos sin despeinarse. Son personas frías (aunque lo nieguen e intenten disimularlo), calculadoras y muy cínicas, profundamente cínicas en su manera de expresar aquello que creen que es cierto y correcto, sobre todo cuando se les contradice. Suelen abundar en el cristianismo, por eso de que Jesús siempre hablaba la verdad y nunca perdía los nervios. Es cierto, Jesús supo controlar sus instintos y emociones aún en las condiciones más adversas y complicadas, pero alguna vez de su garganta salieron gritos. Maticemos, gritos sin odio, gritos de preocupación profunda y sincera, gritos de amor (ver Mateo 23; 27:46).


¡Qué difícil es mantener la garganta a cero! ¡Qué difícil es mantener la calma ante la agresión verbal o ante el continuo machaqueo de las razones del que está a tu lado! ¡Qué difícil se hace soportar esas situaciones violentas sin explotar! Y sin embargo, el evangelio nos insta a poner la otra mejilla, bueno en este caso, la otra oreja. Nos invita a no desentendernos de la situación, nos insta a luchar por guardar el fondo y también las formas. Lo que molesta al protagonista de la historia que narra el vídeo, no son las razones equivocadas de su pareja, sino la manera de expresarlas (parte de la letra dice: “No tengo problemas con lo que has dicho, ni siquiera creo que te equivocas. Es como lo dices”). Pero, lo que molesta a la exasperada e insidiosa fémina es la pasividad y flema de su interlocutor. Los gritos parecen la solución para liberar tensión y alcanzar la solución, pero al final, una vez analizada la situación, nos damos cuenta que generan otros problemas mucho mayores: frustración, odio, rencor, mal rollo.


Algunos argumentan buenos fondos con formas equivocadas, gritos. Tampoco faltan aquellos que argumentan un mal fondo, con formas correctas. Ni una cosa, ni la otra. El equilibrio radical del evangelio, el buen fondo, debe imponerse en nuestras mentes y en nuestra forma de expresarlo. El fondo debe ser correcto, en el caso que nos ocupa, debe ser un fondo que se ciña “a la ley y al testimonio” (Isaías 8:20), vivido, expresado y hablado con la forma correcta, tal y como Jesús hablaba, con convicción, con asertividad, con pasión y con amor (ver Juan 7:46).


¿Cómo hablas tu? ¿Cómo defiendes tus razones? ¿Qué actitud generan en aquellos que te escuchan o te leen? Y, por otro lado, ¿cómo soportas al que se pasa dos pueblos en su manera de argumentar, esté equivocado o no? Permite que el Señor te equilibre de raíz, de manera que el buen fondo esté en armonía con la forma, y al mismo tiempo sé capaz de recibir la suficiente dosis de paciencia para soportar el agravio auditivo y mental del buen o mal fondo expresado de mala forma. De este modo, tu entorno, tu iglesia y tu familia serán mejor de lo que ahora puedan ser.

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